lunes, 25 de agosto de 2008

viernes, viernes

Tengo unas ganas terribles de beber cerveza. Reírme, emborracharme ligeramente, un beso de seda, se llama una bebida, supongo. Salir de aquí, abrazar la carcoma del alcohol, tenerlo en las manos en forma de una cerveza reveladora, que me inunde con su orgasmo de lúpulo. Me estoy volviendo viejo, que figuras tan horrendas. Siento el fervor del alcohol, la podredumbre de algo que se acaba y otro algo que comienza inconmensurable, sin sentido aparente, un hervor de vísceras. Hoy comieron chamorros de cerdo en la oficina. Ver comer a los demás, un hueso repleto de carne putrefacta, no me agradó para nada. El banquete caníbal pude nombrarlo pero no lo hice. Afuera hace un frío delicioso, como un trago de garañona (quiero una botella de garañona) La ilusión de poseer algo para siempre. Le dije a Cecilia que nada dura para siempre. Que Verónica ya se va, me dijo, no le creí, no sé, simplemente no le creí. Quedamos de ir a verla, el sábado quizá. No sé si deba ir. Creo que nada es para siempre. Cierta mágica bebida entre nosotros se acabó, ahora me queda la resaca de la vergüenza y el aroma apenas perceptible de la distancia. La estimo mucho, eso sí o eso creo, no pretendo ser hipócrita, ni engañarme. Al parecer una fuerza enigmática nos desprendió aterradoramente sin siquiera preveerlo. Así deber ser, supongo otra vez, la grandes despedidas, las dramáticas despedidas de Calvino o de Sabato o de Benedetti. El dolor fantasma en las costillas y el costado, siempre el estómago conjurando sospechas innecesarias.
Hoy abrá un concierto de música electrónica. A estas alturas no me importaría ir y beber.

jueves, 21 de agosto de 2008

dos manos, dos chelas


Con Condenada y Bruce Violet en Tultitlán, chida la banda

Regreso

He cambiado de trabajo. Me agrada, estoy más tranquilo. Tengo cierta angustia. No importa. Ayer en la noche vi a dos adolescentes besándose en Isidro Fabela y Gómez Farías. No sentí nada, quizá un poco de gusto. Eran delgados, tenían quince, catorce años. Mientras pasaban los autos ellos se besaban. No era una metáfora del amor, no sé, no mi importa. Era deseo, lo vi, lo vi alrededor de ellos. Hace mucho tiempo que no siento eso. La vieja serpiente agónica. ¿Qué hace falta? ¿Volver? Ahora platico mientras entro a la cabina, trato de escribir, pero platicamos, nos reímos un poco. Tengo que ir con Rafael para ver lo del Keyser. Me siento cansado, mucho. Parece que hoy no importa nada gran cosa. Sigo soñando con mi pierna mutilada, siento su ausencia, el cosquilleo de su ausencia y la sangre. La ansiedad de morderme los dedos. Ya entregué la tesis, me dio gusto, pero ahora tengo otras preocupaciones. No quiero hablar de ello. Escribir guiones, muchos. Por lo menos escribo todo el día. ¿He regresado?